Conocé la emocionante historia del ex-2da línea de BAC, que hoy vive en Australia.
Por: Mariano Vergara Hegi.
¡Hola Belgranenses! Este mes visitamos a Kevin Patrick Cavanagh, recordado segunda línea de la Primera del Club en la segunda mitad de los 80’ y talentoso jugador de cricket. Aventurero y emprendedor, coleccionista de oficios y artista de corazón. Padre de Benjamín (25), Lucas (23) y Bill (21), este último, hijo de Tracey, su novia. Kevin, claro, es hijo de Dermot “Dermy” Cavanagh, un referente ineludible del Belgrano Athletic de las últimas décadas y alguien que dejó tan gran recuerdo que siempre nos invita a sonreír.
Kevin, muy joven, fue pupilo al Colegio St Paul ‘s en Cruz Chica, Córdoba, para curarse del asma. Pocos años después de su regreso, con un cambio físico sorprendente debutó en Primera, período del que guarda grandes recuerdos. Luego de una lesión que lo alejó de las canchas, comenzó un largo periplo con estadías en la Florida y South Carolina, en los Estados Unidos, donde trabajó como “petisero” (con caballos de polo), de allí partió a Inglaterra, donde fue buzo profesional en plataformas petroleras en el Mar del Norte y finalmente, ya hace 26 años, llegó a Australia, primero a Melbourne, luego a Sydney y actualmente, todavía en New South Wales, reside en el campo, a 350 km de la ciudad, junto con sus perros, algunas gallinas y visitas recurrentes de “wallabies”, desarrollando su último proyecto: el cultivo de hongos.
– ¿Te acordás cuando fuiste por primera vez al Belgrano Athletic? ¿Vivían en la zona?
Vivíamos en la calle Juramento, mi madre (Mabel) me llevó al Club recién nacido. Mi primera memoria es de mi querido amigazo, Luis “Luichi” Rodríguez, lo recuerdo en su triciclo una vez que pasamos con mamá por su casa, en Pampa y Conde.
– ¿Cuándo empezaste con rugby? ¿Quiénes te entrenaban?
A pesar de que quise empezar mucho más temprano, mi padre insistió en que debía esperar hasta los diez años. Finalmente, empecé en décima, con “Chacho” Cabrera, Luis Olguín y “Pichi” Carcavallo. Siendo el hijo de Dermy, por supuesto jugué al cricket. Al tenis jugué poco, pero lo suficiente para pegarle una paliza a Marcelito Tecca (risas).
-Tu primera partida de Buenos Aires fue para ir al Colegio St. Paul’s, en Cruz Chica, Córdoba. ¿Algún recuerdo que quieras destacar de esa etapa? Fue difícil la partida o son más los recuerdos positivos?
Me mandaron pupilo a Córdoba para que me cure del asma, tenía doce años. El día que llegué al Colegio me agarró un ataque, pero me había olvidado el aspirador. Me escondí detrás de un edificio y me quedé ahí hasta que se me pasó. Fue el último que tuve… Por supuesto, fue difícil estar lejos de mis amigos y de la vida a la que estaba acostumbrado, pero me divertí mucho y conocí a unos tipos bárbaros.
-Volviste, habías dado un llamativo estirón y te pusiste a entrenar fuerte. ¿El objetivo era jugar en Primera?
Después de pasar unos años divertidísimos en divisiones formativas bajo el tutelaje de los “tremebundos” Brian McCormick y Blas Bonardi, me llegó la hora de pegar el estirón y mi altura me dio la oportunidad de jugar un par de años en menores de 21. Al final de la temporada, el “Gaucho” Stocks me preguntó qué tenía pensado hacer el año próximo.“Jugar en primera”, le respondí, a lo cual añadió, sonriente: “¿De segunda línea, con 80 kilos? Por ahí ‘mojás’ de aguatero”. “¿Cuántos kilos necesito?”, le pregunté. “105 mínimo!”, concluyó. Ahí fue cuando empecé mi entrenamiento estilo Rocky Balboa. Peluca y Manolo Castro, dos cracks por bancarme con un laburo durante esa época. ¡Cuando llegué al Club la gente no me reconocía!
– ¿Cuándo y contra quién fue el debut? ¿Qué recordás de ese día?
Mi primer partido fue el debut de la segunda línea que formamos con Marcelo Tecca y fue contra Atlético de Rosario en el año 1986. Estar en el vestuario sabiendo que iba a jugar mi primer partido en Primera fue una sensación que me pone la piel de gallina hasta el día de hoy.
-Una sensación muy fuerte…
Lo que más me impresionó del equipo de Primera era el sentido de camaradería que existía, y más aún entre los forwards. Si bien había estrellas para la gente que nos miraba jugar, entre nosotros nadie se destacaba más que el otro, éramos lo que éramos porque cada uno hacía el laburo que le tocaba. Mi admiración durante esa época y la sigo teniendo hoy era para nuestro entrenador, Hugo Rosati, un tipazo sin igual.
– ¿Seguiste practicando deportes? Sé que hiciste artes marciales.
Sí, karate durante 8 años. Soy cinturón negro, “primer Dan”, estilo “Shotokan”. Competí mucho en los abiertos, donde te das muy fuerte en el “kumite” (combate) y me rompí la nariz.
– Durante tu etapa en el Club, ¿cómo viviste la influencia de Dermy? Una persona tan querida e importante en Belgrano Athletic. ¿Por qué pensás que lo era?
Si bien Dermy representaba algo para el resto, para mí era mi padre y nunca lo vi como otra cosa hasta que fui mayor, y en ese momento se convirtió en mi mejor amigo, porque con él existía una química naturalmente especial. He pensado mucho sobre por qué era tan popular y lo cierto es que no lo sé. Es como tratar de encontrar la salida a un laberinto desde adentro, hay personas con mejor perspectiva que yo para contestar esa pregunta. Aunque, obviamente, era un tipo muy carismático. Mi madre me contó una vez que cuando fueron a Europa en barco, al final de la travesía, toda la gente a bordo lo conocía y el Capitán los invitó a comer en su mesa y le dijo a mamá que él nunca había estado en una travesía como esa, ¡que la química entre los pasajeros no se podía creer y que era por su marido! Algo mágico, realmente. Al final se armó una fiesta de despedida, espontánea y fue impresionante. Dermy tenía algo, como un imán. ¡Gracias por recordarlo y hacerme pensar!
– Un placer, ¡también tengo un gran recuerdo de él! Kevin, tuviste diversos intereses y sos un autodidacta multifacético. Siempre te gustó el trabajo manual, artesanal e incursionaste en una cantidad de oficios. ¿Hay algo que te hubiese gustado estudiar o alguna vocación que fuiste descubriendo con los años?
He hecho un millar de cosas, mecánico, camionero, profesor de deportes, actor, buzo, fotógrafo, albañil, jardinero y varios más, siempre probando, siempre aprendiendo. Hoy día, después de la jornada laboral en el campo con mi último emprendimiento cultivando hongos, construyendo o arreglando la casa, trato de escribir. Escribo ficción en inglés. Me hubiese gustado dedicarme más al arte, en particular a actuar, algo que hice acá en Australia por un tiempo en teatro y televisión. En Argentina había hecho seis meses en el Conservatorio Nacional de Arte Dramático. Acá, hice unos meses teatro para chicos. Fui parte de una troupe de tres payasos que llegó a participar en festivales en Melbourne. En cuanto a la escritura, escribí tres novelas, aunque no publiqué. Actualmente escribo la cuarta que transcurre en Brasil…
– ¡Te acercaste al “pago”! ¿Te gusta leer también? ¿Algún escritor en particular? Pienso en John M. Coetzee, de Sudáfrica, pero nacionalizado australiano, Premio Nobel. ¿Lo conocés? Vive en Adelaida.
Creo que Stephen King fue el que dijo que todo escritor tiene que leer, es la única manera de mejorar, perfeccionarse. No conozco a Coetzee, pero voy a leer algo de él.
– Es cierto, también alguien dijo que todo verdadero lector es un escritor en potencia o anhela serlo. Borges decía que “la escritura tendría que ser tan espontánea como la lectura: dos felicidades distintas. Aunque quizás -comparaba, con su clásico sentido del humor-, sea una imprudencia escribir y ciertamente no es una imprudencia leer” (risas).
Siguiendo tu periplo geográfico / existencial, contanos sobre Inglaterra -parada anterior a Australia-, motivos de la partida. Recuerdos de las plataformas petroleras del Mar del Norte donde trabajaste. ¿Qué hacías específicamente? Es algo que mucha gente recuerda, quizás por el riesgo que se supone implica esa ocupación.
Después de una lesión que terminó mi carrera rugbística, tuve un ofrecimiento para sumarme al equipo de Rod Stewart en una gira por Europa que, lamentablemente, se canceló cuando llegué a Inglaterra. Después de tratar de entrar en un Team de Fórmula 1 como asistente mecánico, conseguí un trabajo con un fotógrafo publicitario y colaboré con él un año. Luego decidí ser buzo en las plataformas de petróleo. Con Richard Johnson, un amigo y compañero de aventuras -ex St. Brendan’s y conocido por muchos en el Club-, hicimos el curso de buzo profesional y fuimos al Mar del Norte a juntar algo de plata, también trabajamos en Medio Oriente y en el Golfo. En cuanto a lo que hacíamos, depende de la profundidad, del tiempo que pases bajo el agua. ¡Por ahí estás 45 minutos y hacíamos de todo!
– Australia. ¿Hace cuánto estás y en donde? ¿Imaginaste que ibas a vivir en un lugar tan lejano para nosotros, aunque hoy suena atractivo? ¿Cómo está conformada tu familia hoy?
Vivo en Australia hace 26 años, primero en Melbourne, después en Sydney, y hoy día en el campo a unos 350 kms de Sydney (cerca de Bovin, New South Wales). No soy de planear mucho, siempre fui un poco impulsivo y seguí mis sueños, sin pensar demasiado en qué terminaría. Conocí una australiana en Londres y la visité un par de veces en Australia. En la última visita decidimos casarnos. Tuvimos dos hijos -Benjamin (25) es actor y chef y Lucas (23) es jardinero y baterista- y después de 18 años juntos nos separamos. Hoy vivo con Tracey, una mina bárbara y tengo a su hijo, Bill (21), como mío.
– ¿Cómo es el campo? Desde el incendio me contaste que durante la semana vivís solo. ¿Tienen animales?
El terreno es de 50 hectáreas, la mayor parte es monte. No tenemos animales, solo unas gallinas, aunque me acompañan tres perros, entre ellos “Ringo”, un cachorro semi salvaje, cruza de un “dingo” (perro salvaje australiano) y una pastora australiana, tiene siete meses, es muy divertido, pero también hace desastres. Además nos visitan algunos wallabies, bastantes víboras, un puercoespín… Canguros, no tanto. No se si viste alguno, pero es un animal muy groso, alto como yo, más o menos.
– ¿Qué pasó con los incendios?
Los incendios nos afectaron profundamente, perdimos la casa, cuanto alambrado había, todas las plantas de nuestro vivero y también nos diezmó la infraestructura de agua. Pero no hay mal que por bien no venga, empezamos el negocio de los hongos que es muy prometedor y hemos pasado dos años increíbles reconstruyendo el lugar. La construcción de la casa la tenemos agendada para el año que viene, eso es si no decidimos irnos para hacer otra cosa.
– ¿Estaban en el campo cuando fueron los incendios? ¿Estuvieron en peligro?
Un día Tracey me llama y me dice “el fuego se viene”, lo había escuchado por Facebook y fue a buscar a los perros. Me avisó y me dijo, no vengas a casa. Igual fui con la camioneta a tratar de rescatar cosas y me quedé demasiado. Se me pasó el tiempo. El escape fue muy jodido, como un kilómetro atravesando el fuego. Manejaba con una mano y con la otra apagaba el fuego de la ropa. Sin darme cuenta, dejé las ventanas abiertas. Podías ver solo un metro adelante del camino… Visto de lejos fue toda una experiencia, incluso excitante. Me mudé provisoriamente al galpón y Tracey al pueblo durante la semana.
– ¿Qué se te dio por la agricultura y el cultivo de hongos? ¿Algún otro proyecto relacionado con la tierra?
Siempre me gustó la vida de campo. Trabajé en el campo en Argentina y Australia, también de petisero en los Estados Unidos con el “excelentísimo” “Javu” Caputo.
– ¿Qué tipo de hongos cultivás y qué hacen con ellos? ¿Donde los comercializan?
Cultivamos hongos “shitake” y “pompón” o “melena de león”. Los comercializamos en mercados tipo campestre. Los productores vamos al pueblo, al mercado, los fines de semana y los vendemos.
– ¿Cómo pasaron la pandemia? ¿Los afectó?
Por lo remoto del lugar donde estamos, la pandemia es algo que solo vivimos por las noticias. En estos momentos hay algunos barrios de Sydney y Melbourne con problemas, pero la mayor parte del país vive una vida normal.
– Sabías que, lamentablemente, muchos jóvenes quieren emigrar de la Argentina por diversos factores, sobre todo las crisis recurrentes. ¿Qué les dirías?
Hoy miro hacia el pasado sin remordimientos, siempre hice lo que quise y me siento agradecido de haber vivido la vida aventurera que me ha tocado vivir. Sigan sus sueños por más que el resto no los entiendan o compartan sus ideas, hagan sus propios caminos y no le den bola a los consejos.
– ¿Un mensaje para los amigos del BAC?
Si hay algo que extraño es a todos ustedes. Los recuerdo a menudo y siempre me hacen sonreír.
“Iban a operar a D. A. “Soupy” Forrester y fue un día a casa, antes de la intervención, a ver a “Dermy” y despedirse. Todo el ambiente era especial. No recuerdo si mamá o mi hermana me pidieron que salude y los deje solos. Yo entré sabiendo que no podía quedarme, saludé y me fui. Me quedó una gran impresión que recuerdo hasta el día de hoy. La despedida de dos grandes amigos de toda la vida. Se tomaron unos whiskies, hablaron, frente a frente, seguramente se dieron un abrazo. Fue su último encuentro.”