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Belgranenses por el mundo: Ana Margueirat

De Pino hasta Holanda, entrevista con la destacada ex jugadora de hockey del marrón.  

Por: Mariano Vergara Hegi.

¡Hola Belgranenses! Este mes visitamos a Ana Margueirat, destacada ex jugadora de hockey del plantel superior de Belgrano Athletic y todavía activa en equipos holandeses. Campeona del Masters +40 en Barcelona en 2018 con un combinado de jugadoras argentinas, Profesora de Educación Física y madre de tres hijos, Tobías (16), Alejo (13) y Gerónimo (10), junto a Marc Nota, su pareja. 

Ana y Marc son el centro de una historia de encuentros, azar y pasión por los deportes -principalmente, hockey y cricket-, que nació en Virrey del Pino 3456 y que continúa hoy en La Haya, Holanda, sobre la costa del Mar del Norte. 

La Haya es una ciudad tranquila, con parques y embajadas, sede de organismos internacionales, como la Corte Internacional de Justicia, como así también del “Binnehof”, castillo gótico del siglo XIII, donde se encuentra la sede del gobierno holandés y la sede  parlamentaria en actividad más antigua del mundo. Además, el Palacio Noordeinde, lugar de trabajo de los reyes, Guillermo y nuestra conocida Máxima. Todo tan naranja como lo podamos imaginar, pero volvamos con Ana.

– ¿Cómo llegaste al BAC y cómo empezaste con Hockey?

Ana, abajo a la izquierda, en la 10ma División del hockey de Belgrano. La entrenadora de aquel equipo era su prima Carola.

Llegué al BAC porque mamá (Estela Camauër) y mi tía (Elisa) eran socias de chicas, así que voy desde siempre. Mis primas, Vale, Marisa y Caro Dantiacq, jugaban al hockey y mis hermanos al rugby. De los comienzos me acuerdo poco, íbamos los sábados temprano a la escuelita y nos entrenaban Sole Otaño y Celina Gismondi. De los primeros entrenadores recuerdo también a Guillermo Cendoya, papá de Agus (¡un genio!). Ya más grandes, Bici Querejeta, Gastón Bergner, Tommy McCormack y Alejandro Labonia, que nos “mataba” en físico en las Barrancas de Punta Chica. 

– ¿Y de las amigas, compañeras de equipo, qué recuerdo tenés?

Las chicas con las que más jugué en las inferiores fueron Mery de las Carreras, Vero Belaústegui, Gachi Morelli, Caro y Pili Ortega y Juliana Dávila. Tengo miles de recuerdos, muy chicas, cantando en el bus a Pinazo (alguna que otra vez desperfectos en el “bondi”), estar heladas con la escarcha a las 7 am, pero quedarnos todo el día con muchas ganas de ver a la Primera. También la gira a Chile, los entrenamientos en el Buenos Aires English High School, donde siempre llegábamos antes para jugar un “picadito”.

En la 7ma división del hockey belgranense, “entrenamos con Magda Aicega, Joaquí Otino y Luz Camardón. Nos íbamos de gira a Chile”, contó Ana.

– Jugaste mucho tiempo en el Plantel Superior y sos una muy buena defensora (¡con vocación ofensiva!). ¿Jugaste también en el seleccionado?  ¿Algo que quieras contar de esas experiencias?

Fui convocada mucho a las escuelitas en el Cenard, pero nunca quedé para torneos. En mi camada había excelentes jugadoras, como Ceci Rognoni y Lucha Aymar En el 2018 surgió la posibilidad de jugar el Masters +40. Me habían invitado a jugar para Holanda, pero no me convencía. Cuando me llamó Cecilia (Rognoni) para jugar en el equipo argentino, ni lo dudé. Fue sacarme las ganas de esos años que no me elegían. 

– ¿Jugaste este importante torneo internacional y ganaron la categoría +40. ¿Cómo armaron el equipo? Tengo entendido que había jugadoras de distintos clubes.

Unas chicas argentinas, que viven en Estados Unidos, decidieron armar un equipo argentino. Me llamaron en marzo y acepté. Marc se iba con Alejo en tour con el equipo de Holanda U12 y Tobías iba a otro torneo. El problema era que no teníamos con quien dejar a Gerónimo, que tenía 6 años. Al final, la Asociación de Cricket le dijo a Marc que podía ir con ellos y fue la mascota del equipo. Así que estuve dos semanas en Barcelona, con un grupo de mujeres excepcionales, en una casa divina. ¡Te imaginás que la pasé mal! Mamá viajó a Barcelona y vino a casi todos los partidos. 

Con las chicas todavía nos mantenemos en contacto. Fue un rejunte de clubes, con muchas viviendo hoy en diferentes partes del mundo: dos en Estados Unidos, tres en Italia, tres en España y dos en Holanda, además de dos de Mar del Plata. Llegamos dos días antes del torneo y solo entrenamos dos veces, pero enseguida conectamos. El Campeonato fue super profesional y re bien organizado por España. Tuvimos desfile al principio con todas las delegaciones, fue muy divertido, y una cena con todos los equipos de Argentina (porque había +40 +45 +50 +55 de mujeres y varones, y también hubo +60 y +70). Ganamos semis con Holanda -el partido más duro- y la final contra Australia (2-1).

Ana: ganadora del Masters Internacional +40, Barcelona 2018.

– Hablando de finales, ¿cómo viviste la última Final Olímpica?

Como siempre, quise -y mis hijos también- que ganara Argentina. Pero éramos realistas y sabíamos que Holanda era muy superior. Las argentinas son buenas, pero la infraestructura de las holandesas es incomparable. Yo predije 4-1, pero la verdad que Argentina me sorprendió y jugó muy bien. El problema, entre otros, es que a Holanda no le podés dar ni un corner porque es 100% gol. El corner de Argentina es más flojo.

– Volviendo a Belgrano. ¿Cómo se conocieron con Marc? ¿Cómo fue que se conectó para venir al Club en Argentina? ¿Alguna anécdota de las primeras salidas cuando se conocieron?

A Marc lo conocí en el Club, vino contratado por la ICC (International Cricket Council) para desarrollar el cricket en Argentina. En general, mandaban cuatro “coaches”: para  Hurlingham, Lomas, San Albano y Belgrano. Él vivía en lo que antes eran los dormis arriba, al lado de la Secretaría que ahora, creo, son salas de reuniones. Como le gustaba el hockey -muy popular en Holanda-, venía a ver los entrenamientos y hablaba con nuestros entrenadores. Un día, al final de la temporada, lo invitaron a jugar y se prendió. Jugamos en el mismo equipo. Después lo vi en la fiesta de fin de año del Club y, según mamá, mi hermano volvió a casa diciendo que había bailado con “ese holandés”.

– ¿Y habías bailado…?

¡Sí! Ya en el verano yo iba mucho a la pileta a nadar y siempre me lo encontraba. ¡Después me enteré que odia las piletas! (risas). Ahí nos hicimos bastante amigos. Me acuerdo que fuimos al cine a ver Titanic.

– ¿Cómo siguió la relación? ¿Fue difícil la decisión de mudarse a Holanda? 

Con Marc tuvimos una relación a distancia durante cinco años, porque yo estaba terminando de estudiar y él también quería terminar su carrera de cricket, entonces, ninguno quería dar el paso. Pero él seguía viniendo cada verano a Belgrano, así que nos veíamos por seis meses. Después, en el invierno, yo lo visitaba allá. 

– Marc es un poco más grande y vos eras muy joven, ¿te adaptaste rápido en tu nuevo hogar?

Marc es 13 años más grande, así que sus amigos eran todos casados con hijos. Yo le dije que iba a Holanda si podía jugar en algún equipo de hockey, más que nada para hacerme amigas de mi edad y en el 2002 me consiguió un club para jugar, que es donde trabaja ahora. Lo que yo no sabía entonces era que el hockey era casi profesional. Me pagaban el pasaje, me daban los palos, ropa, tartaneras, hasta viáticos por partido. Así que para mí fue un cambio importante. Ese año jugué con Naomi Van Ass (jugadora internacional holandesa). 

– ¿Y les fue bien?

Sí, aunque jugué solo dos años porque quedé embarazada de Tobías y dejé por un año. Después volví a jugar en la primera -mi club estaba en la B-, pero vinieron un par de argentinas, Maca Abente y Male Aguilar y una norteamericana, Moie. Ese fue el mejor año (2007). Ganábamos y nos divertíamos en la cancha. Salimos primeras, pero para ascender tuvimos que jugar cinco partidos de play off en dos semanas y yo justo me entero que estoy embarazada de Alejo. Pero bueno, ganamos el torneo y ascendimos. Fue el último partido que jugué en la “hoofdklasse” (la categoría más alta). Ahora juego, pero en una liga de +30 años, donde con mi club fuimos campeonas de Holanda dos veces: ¡me copé con el hockey! 

– Contanos un poco de tu vida allá hoy.

Seguimos viviendo en La Haya. Marc sigue trabajando con cricket y con hockey. Trabaja para la KNCB, que es la Asociación de Cricket, y entrena el sub 12 y sub 14 de Holanda en cricket y en el invierno entrena en mi club que se llama HDM. Yo trabajo en el International School of the Hague, soy profe de Educación Física y además coordino los equipos de hockey.

– ¿Y los chicos?

Ana, junto a su familia, en Holanda. 2021.

Tobías (16), el mayor, juega al rugby y al cricket. Le gustan los deportes y es bastante bueno. Al rugby juega para el seleccionado M17 y en cricket juega para Holanda U19. Su sueño es jugar en Los Pumas, pero antes, si la pandemia lo permite, se quiere ir una temporada a jugar rugby en Nueva Zelanda o Sudáfrica. Acaba de terminar el secundario y cree que va a estudiar para ser psicoterapeuta. Habla español perfecto.

Alejo (13), nació en Argentina, cuando fuimos al casamiento de mi hermano. Juega al hockey y al cricket, juega también para Holanda U14. Empieza tercer año en el Dalton, colegio público holandés y también habla español perfecto. 

Gerónimo tiene 10, juega al rugby en un club que se llama Voorburg Rugby Club y al cricket juegan todos en el Voorburg Cricket Club. Está por empezar sexto grado. Es el que menos habla español. Hasta los 4 años no hablaba una palabra. Ahora habla normal, pero el español le cuesta. 

– ¿Hablás holandés?

Sí, pero la verdad es que no lo uso nunca. Trabajo en inglés y a mis hijos les hablo en español, así que solo con alguna que otra amiga. O cuando tengo que ir a reuniones de padres.

– Vinieron a Holanda por Marc, pero por el lado de tu ascendencia materna, el origen de los Camauër son los Países Bajos, específicamente la ciudad de Huy. ¿Te sorprende este viaje de vuelta después de unas generaciones? ¿Conocías al músico y compositor Godefroid Camauër (1821-1884)?

Lo sabía y visitamos Huy, que me gustó, pero lo que lo hizo especial fue leer el apellido Camauër en varios pósters por las calles. Mis hijos estaban fascinados. Y el haber visitado Huy con Mamá lo hizo más especial. 

– ¿Qué extrañás de Argentina (y del Club) para vos y/o para tus hijos, si es que extrañás algo? ¿Qué valorás de estar en Holanda?

Al principio me re costó. Extrañaba todo, pero bueno, con los años y al tener hijos me di cuenta que, lamentablemente, Argentina es un país difícil para vivir con chicos. Yo fui a tener a dos de mis hijos en Argentina. Cuando llegué con una panza de ocho meses de Alejo, me quedé en lo de mamá. Esa noche entró un tipo mientras dormíamos, lo escuché y me levanté. Terminé peleándome y saltó por la ventana. Alejo se adelantó tres semanas. Marc, que venía unos días más tarde, casi no llega al parto. Lo que más me shockeó fue que todo el mundo me decía “que desgracia con suerte”… Ese fue el día que me dije “no creo que vuelva más a vivir en Argentina”. 

Ana, junto a su mamá (Estela), en Barcelona 2018.

Mis hijos acá van solos a todos lados con mucha tranquilidad. Pero sí extraño que no tengan ese sentimiento y la vida de Club que tuve. Yo me pasaba todo el verano en Belgrano, jugaba al tenis, o peloteaba en las canchas de squash, aunque no se podía. Después nos metíamos en el vestuario de damas y Justa -una señora muy estricta que supervisaba el vestuario, anotaba las canchas de tenis y no permitía, sin excepciones, romper el código de vestimenta blanca del tenis-, nos sacaba corriendo. De ahí íbamos a la pileta y así pasábamos todo el día. Cuando les cuento a mis hijos me dicen que ellos también quieren eso, pero acá los clubs no son así. Cada uno tiene su deporte. En el único que hacemos vida familiar es en el de cricket porque los viernes, después de que todos los equipos juveniles entrenan, hay comida para todo el mundo y es una gran fiesta, los chicos se quedan jugando a las escondidas o alguna otra cosa. Pero como en Belgrano, nunca.

– ¿Cómo viven la pandemia? ¿Tuvieron cuarentena? ¿Cambiaron sus hábitos? 

La pandemia en Holanda fue bastante relajada. En las primeras semanas sí, pasamos mucho tiempo en familia, pero habíamos hecho un “schedule” para ir a practicar algún deporte a la plaza. Eso fue divertido. Jugábamos mucho al básquet o al “touch” (tipo tocata). Después en casa a dar clases o seguir clases online. Por suerte acá, después de seis semanas, los colegios y los clubes volvieron. Sobre todo los menores de 18. Yo me juntaba con compañeras a hacer un poco de “bootcamp” para mantenerme en estado. 

En Diciembre, hubo una segunda ola donde cerraron otra vez los colegios por un mes y ahí nosotros nos agarramos “corona”. No tuvimos ni síntomas, pero me testeé porque a un compañero de trabajo le dio positivo, así que estuvimos dos semanas metidos los cinco adentro. Fue horrible porque no teníamos jardín. El hermano de Marc nos traía las compras del super y las dejaba en la puerta. Ahí nos agarró la locura y decidimos mudarnos a una casa con jardín (una linda casa que Ana me invitó a recorrer vía Zoom, con su jardín, en un día luminoso).

– ¿Algún consejo / sugerencia para una pareja que decida mudarse de continente como ustedes?

Hay que ir con mucha paciencia, tratar de abrirse a las costumbres y al idioma del otro (cosa que no hice al principio y por eso me costó) y que traten de viajar y conocer mucho.

– ¿Algo que les quieras decir a las amigas del BAC?

¡Que las extraño!

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