Una nueva entrega de Belgranenses por el Mundo, desde New York.
Por: Mariano Vergara Hegi.
¡Hola, Belgranenses! Hace tiempo que no hablamos, aunque siempre hay historias para contar y algunas realmente increíbles, como la que hoy los invitamos a conocer. Ahora, nos ajustamos el cinturón porque estamos por aterrizar en el JFK. Sí, en NY, la vorágine ya se siente. Venimos a ver a Conrado Tenaglia, “el abogado internacional del año”, casado con Juana Libedinsky y padre de Tomasa y Tancredi (“Tato”). Conrado, como muchos saben, es un ex jugador de rugby de Belgrano Athletic, camada 66’, que por razones profesionales hace tiempo que vive en el exterior, principalmente en los EU, pero todos los años vuelve a la Argentina con su familia, y nunca deja de pasar por Virrey del Pino.
Conrado tuvo un grave accidente esquiando en Bariloche, en agosto de 2019, que lo dejó en coma profundo, con 90% de posibilidades de morir o quedar en estado vegetativo. Transcurrieron meses y con el apoyo de su familia, los mejores profesionales y sus amigos -como le gusta recalcar-, no solo se recuperó, sino que este año, más precisamente, el pasado 9 de mayo, recibió el premio al mejor abogado internacional del año en los Estados Unidos, que dio la reconocida revista Latin Lawyer, en un evento especial en San Pablo.
El Club queda a 4 cuadras (¡largas!) de la casa de mis padres, en Sucre, entre Washington y Naón. A esa casa nos mudamos cuando yo tenía 3 años, así que a partir de ahí ya estaba “in the zone” como se dice por acá.
Formalmente, arranqué jugando al rugby en 9na. División, cuando tenía (creo) 12 años. No me acuerdo por qué, pero dejé de jugar un par de años (mis padres insistían en que fuéramos a una quinta que teníamos en Maschwitz) y volví en 6ta. División, cuando ya tenía 14, ¡en 1980!
Lo bueno de Pino es lo poco que ha cambiado en este tiempo, con lo cual lo que me acuerdo es lo que veo ahora cada vez que voy. Para el único “cambio grande” fue en 1982 cuando se hicieron las canchas de squash “nuevas” (el parquet venía de Inglaterra y estuvo demorado por la Guerra de las Malvinas, por eso me acuerdo el año) y no se siguió jugando en la cancha sin techo que había.
Otra cosa que me acuerdo es subir y bajar la tribuna de madera en entrenamiento. Unos años después la desarmaron, pusieron cimientos de hormigón y va a durar para siempre, pero cuando saltábamos en la madera que crujía, no sabías si te ibas a “quedar ahí”.
Es fácil porque son mis amigos de la vida. Diego “Colo” Sartorio, Enrique Krossler, Marcelo “Yeta” Gouiran, Erico Battaglia y Maximo Battisti eran mis “vecinos” y compartíamos todo el día juntos (dentro y fuera del Club).
Dos: Oscar “Hueso” Halle y Blas Bonardi. Hueso fue el que nos “agarró” en 6ta. porque su hijo, Diego (luego lo llamarían “Bocha”), era de la camada.
Diego (el mejor apertura con el que compartí una cancha, con diferencia) iba al St. Andrew´s y el Colegio no quería que jugara en un club (en vez del Colegio). Hueso quería que jugara en el BAC por lo que me imagino que pensó que agarrando la “B” (donde yo jugaba con mis amigos) como entrenador lo iba a tentar a jugar cuando pudiera. Eso sí, cuando jugábamos contra St Andrew´s (que unos años después armaría el Club San Andrés), ¡Diego no podía jugar con nosotros!
Blas nos agarró en 4ta., donde nos mezclábamos con otra camada (la 65’) que era buenísima, así que gran parte de nosotros quedamos jugando en la “C” y Blas nos agarró con Brian McCormick. Blas nos llevó a jugar a las canchas más lejanas en el Gran Buenos Aires y se transformó en una rara mezcla de hermano mayor y amigo. Y deportivamente el Broche de Oro fue un Seven que ganamos en San Patricio (al lado de Pinazo).
Hasta el 2016 podía seguir el Campeonato de la URBA vía ESPN Latinoamérica, pero después cambió la suscripción y ya no sigo los partidos cada fin de semana. ¡Lo bueno es que pude ver a Belgrano salir campeón de nuevo! Cuando era chico yo escuchaba a los equipos contrarios cantarnos que Belgrano “iba a salir campeón el día que las vacas vuelen y en la Argentina baje la inflación”. Bueno, las vacas volaron… (risas)
Jugaba de “segundo inside/outside centre” como se decía en la época. Ahora son izquierdo y derecho, pero para mí es todo un poco lo mismo. Referentes: En el mundo, Danie Gerber en Sudáfrica y el Rafa Madero en el SIC. En el Club: Juan Manuel Solari.
–Una vez escuché a Santiago Lange, Oro Olímpico y leyenda de nuestro yachting, decir que estaba “agradecido” al deporte que practica “porque te enseña la aceptación, la naturaleza te templa muy bien el espíritu, ver lo pequeño que somos y sobre todo, aceptarlo”. ¿Qué te enseñó el rugby?
Interesante lo de Lange y comparto. Agregaría que el rugby a mí me ayudó a tomar conciencia del poder de las reglas y de su acatamiento: conseguir que 30 personas puedan correr detrás de una pelota estando autorizados para hacer contacto físico entre ellos, sujeto a ciertos límites controlados por un referí y que ello se traduzca en un deporte tan atractivo me parece algo muy interesante desde el punto de vista social. ¡De hecho, hoy pienso que tal vez eso me llevo a elegir la abogacía como profesión!
-Además, ¿tenías influencia familiar? ¿Cómo fueron los inicios?
Sí, mi Mamá y mi Tío son abogados (Hynes). Terminé la carrera con muy buenas notas y, en el ultimo año de la carrera (1988), veo un aviso en La Nación del domingo ofreciendo prácticas rentadas para estudiantes de derecho en Shell CAPSA. Escribo y me llaman para hacer la entrevista con Gabriel E. M. Wilkinson que trabajaba en el departamento legal. Los Wilkinson son otra familia histórica del Club (!) y de Belgrano R así que “el Marrón” me seguía orientando…
Cuando terminó la práctica, me entrevisto con el “Legal Head” de Shell, que era Guillermo Patricio Martin (de los “anglos” que tenían al Club como referencia). GPM (en Shell aprendí que en las Compañías todo el mundo se transforma en “iniciales” en vez de apodos) me dice: “Usted tiene muy buenas notas en la Facultad, habla inglés y entiende de computación (en esa época recién arrancaba la informática jurídica). Yo creo que debería irse a estudiar afuera…”
Con eso en la cabeza, lo seguí a Gabriel a Sudamérica Seguros, donde trabajé 4 años, logré ahorrar (empezaba la Convertibilidad) y mandé las solicitudes de admisión (los dichosos “applications”). Por suerte en Harvard prestaron atención a mi “essay” donde decía que me interesaría estudiar Derecho Constitucional, que era lo que yo enseñaba (ayudante) en la UBA y hacerlo con un profesor muy conocido, Lawrence Tribe. Hice eso y mucho más…
Vine a entender cómo era posible que dos países con la MISMA Constitución, geografía y tipo de gente (Argentina y los Estados Unidos) hubieran seguido caminos tan distintos, pero estaba abierto a aprender cosas nuevas. En el “Winter Term” de enero de 1994 hago un curso intensivo (todos los días) de “Corporate Bonds” (Obligaciones Negociables). ¡Nunca hubiera pensado que ese mes de estudio me iba a dar para trabajar 30 años haciendo eso!
En esa época, las empresas argentinas (Alpargatas, Molinos, Tecpetrol fueron las primeras) empezaron a ver la posibilidad de financiarse fuera de Argentina emitiendo ONs que se colocaban en los euromercados primero y luego Estados Unidos (la famosa “SEC Registration”) y los estudios internacionales buscaban abogados argentinos con Masters of Laws (LLMs) para ayudarlos a entender el país. Y yo justo estaba ahí buscando trabajo…
Empecé en Nueva York, pero pasé tiempo en la oficina, de Londres (donde están sus headquarters), estuve 8 años en Madrid (oficina que recién abría), encargado de la práctica de financiaciones internacional (de vuelta bonos!) , y nuevamente en Nueva York, hace ya más de una década donde me dediqué a expandir la práctica en América Latina (Argentina, Brasil y Chile fundamentalmente, el “ABC”).
Arranco muy temprano, en general poniéndome al día con emails y las noticias locales, internacionales, sobre todo, en AC (Brasil se la dejo a mi socio Matt Poulter que está en nuestra oficina de San Pablo). Reuniones internas o con clientes, ya sea por videollamada o en persona (algún desayuno o almuerzo). El resto del día, supongo que, como cualquier otro, atender consultas de clientes, revisar documentación legal, reuniones varias.
Los viajes a ver clientes son también una gran parte de mi trabajo, voy a Argentina y Chile mucho, así que algunas semanas transcurren haciendo el trabajo desde allá.
Con Juana (Libedinsky) somos padres de dos (Tomasa y Tancredi (“Tato”), ellos no nacieron en Argentina, pero pasaron siempre ahí todas sus vacaciones y se sienten absolutamente en casa. Los llena de orgullo ir a Virrey del Pino donde To nada y Tato patea un poco la ovalada.
Con Juana nos conocimos en unas vacaciones en José Ignacio en el 2001, donde yo fui a pasar dos semanas entre Navidad y Reyes, como hacía siempre desde que trabajaba en Linklaters en Nueva York. Alquilamos con un amigo y cliente uruguayo una casa muy bien ubicada en “segunda fila”. Juana estaba en la casa de enfrente que daba al mar (primera fila). “The rest is history” como dicen por acá…
Sí, es mi libro favorito y la película preferida de Juana. Yo le quería poner Fabrizio (Burt Lancaster) pero, cuando nació rubio y de ojos celestes, Juana dijo que se parecía a Tancredi (Alain Delon)…
Los fines de semana pasamos mucho tiempo en familia, en general vamos a Southampton en Long Island (a 2 horas de Manhattan). Tiene playa, club de tenis y de navegación. Los chicos hacen deporte (Tomasa es una experta en navegación y Tato intenta ser un “5 con llegada” en el “Soccer”) hacemos programas con amigos y conocemos algo que es más parecido al resto de los Estados Unidos (Manhattan es algo único).
Nado bastante (pileta en invierno y mar en verano), juego (mal) al tenis y, como decís, leo bastante. Southampton fue también donde pasamos los 7 meses de pandemia intensa y donde yo terminé de recuperarme de mi accidente. Y mientras vivía todo eso, “releía” en la mente (no tenía el libro físico conmigo) un cuento de Cortazar que para mí “predijo” la Pandemia: La Autopista del Sur. Recomiendo fervorosamente su lectura (es muy corto).
La Ópera. Cuando íbamos en auto los fines de semana a la Quinta, mi Papá (hijo de italianos) siempre ponía opera en la radio. Yo le decía: “Pa, pero eso, ¡no es música, es gente gritando!” Él me contestaba: “Sos muy chico para que te guste, pero va a llegar un día en el que vas a entender que es una forma de arte que combina el canto, la música, la actuación, la escenografía y, además, te cuenta una historia. Es algo único que vas a apreciar”. Tenía razón y recuerdo mucho sus palabras cada vez que voy al Met Opera.
Te diría que soy un “viejo” esquiador, ya que esquío desde los 20 años, pero no estoy muy seguro que sea “bueno”.
Fuimos como todos los años de vacaciones a Bariloche en familia. Estaba esquiando con mi mujer (que esquía desde que tiene 4 años) y un instructor que es gran amigo, en un día de poca visibilidad, cuando me “engancho” en un manchón de hielo y pierdo el control totalmente. Iba con casco, pero se me salió a lo largo de esos varios metros y me golpeé contra una piedra. Quedé inconsciente desde ese momento, así que me llevaron de urgencia al Sanatorio San Carlos, en el centro de Bariloche.
El diagnóstico se lo dieron a mi mujer, Juana, yo estaba en un coma profundo, lo que llaman “un tres de la escala de Glasgow” que es lo más cercano a la muerte cerebral. El pronóstico era muy malo, 90% de chances de morir o quedar en estado vegetativo. Incluso al despertar del coma, el pronóstico era muy incierto con respecto a las secuelas.
Estuve en terapia intensiva varias semanas, y dicen que fui recuperando el conocimiento lentamente. Por el golpe, además, tenía una lesión axonal difusa, que es algo así como que se cortan los cables que unen al cerebro entre sí y con el resto del cuerpo. Aunque estuviese consciente, había qué ver cuánto del cerebro se podía recuperar, si iba a quedar cuadripléjico o con el entendimiento a medias, entre otras posibilidades. Mis recuerdos de esas semanas son casi nulos.
La recuperación fue larga, cirugías, rehabilitación y demás, pero siempre tuve grandes profesionales al lado. Estuve un tiempo en el Mater Dei y luego en ALCLA, un centro de rehabilitación buenísimo. Los médicos decían que ya que estuviera vivo era un milagro, hice lo posible por completar el milagro, me quería recuperar al 100%, y lo logré.
Pero quiero destacar que si me pude recuperar es, en no menor medida, por el Club y su presidente en ese momento, Marcelo Ruiz. Según lo que pude reconstruir (de vuelta, hay 40 días que se “borraron” de mi cabeza) al día siguiente de mi accidente había reunión de Comisión en el Club. Mariano Rossi (compañero del Colegio Manuel Belgrano y en esa época Tesorero del Club) se había enterado de lo que me había pasado. Cuando llega a la reunión, se lo dice a otro compañero de Colegio y ex—presidente del Club, Sebastián Carroll y le comenta que Juana estaba buscando una cama en terapia intensiva en el Mater para internarme. Marcelo (con quien había jugado un par de años en 4ta. Formativa y M19, pero a quien no veía hace 30 años”) escucha el diálogo y dice: “En el Mater está Enrique Camerlinck, presidente de Regatas de Bella Vista. Ahora lo llamo”. Lo llama y textualmente le dice a Enrique: “Te tengo que pedir un favor para un tipazo del Club, Conrado Tenaglia”. Enrique anota el nombre y lo llama otro vecino de Belgrano R que está en el Directorio del Mater: Carlos “Kinco” de Marcos, con quien trabajé muchos años, ya que él trabajó en JPMorgan. Le pide encarecidamente por mí. Enrique mira su anotador y dice; “En algún lado lo tengo que meter”. Si Marcelo no hacía esa llamada yo no estaba hablando con vos ahora…
Está claro, ella se ocupó de todo, y evidentemente tomó todas las buenas decisiones para que yo pudiera está hoy acá. Lo digo siempre, yo me casé muy bien. Su libro cuenta todo lo que paso esas semanas, ¡no quiero spoilear!
Como dije antes, mucho esfuerzo, físico y mental. Pero, sobre todo, la ayuda de mi familia y los grandes profesionales que me acompañaron y me contuvieron. Argentina hace la diferencia en eso. Siempre digo que si esto me hubiera pasado en USA, no la contaba. Argentina, además de tener extraordinarios profesionales de la salud, tiene el factor humano. Cada persona que se cruzó en mi camino de recuperación puso más que su expertise médico, me dio una mano, me escuchó, me dio su tiempo y contención. Y acá tengo que destacar a un “Cubanito”, el Doctor Ignacio Previgliano, uno de los 5 neurólogos de terapia intensiva (neurointensivista) más reconocidos en el mundo a quien mi mujer llamó (era Director del Hospital Fernández) y él, sin conocerme, tomó el reto y “me trajo de vuelta”.
Sí, es el premio que entrega la publicación Latin Lawyer, que es una fuente líder de información legal para América Latina. Reconoce a personas, equipos legales y proyectos que tuvieron un impacto significativo en la práctica legal.
Fue un gran honor recibir el premio al “Abogado del Año”, y es un logro de todo mi equipo en Linklaters.
Blas Bonardi nos gritaba cuando entrábamos a la Cancha: “VAMOS FIERAS DEL TIBET!!” Para mí rememorar todo esto con vos me hace escucharlo a él gritándonos y ese es mi mensaje para el Club que ha sido y es tan importante en mi vida.