La ex capitana de Las Leonas recuerda sus días como jugadora de Belgrano.
Magui Aicega tiene una trayectoria memorable como deportista. Defensora aguerrida, leona consagrada, artífice del primer rugido del Seleccionado Nacional de Hockey -allá por Sidney 2000- supo ganarse la cinta de capitana y convertirse en la argentina que disputó más veces (10) el Champions Trophy.
Magui dio sus primeros pasos deportivos en las canchas de Pino, cuando tenía siete años, y de ahí en más, surgió una historia de amor inseparable con su club de siempre, el que ella considera que tiene “los colores más lindos del mundo” y al que, cada vez que ingresa, siente como su “segunda casa”: Belgrano Athletic Club.
Después de vestir por casi 35 años la “marrón y amarilla”, hoy la ex capitana de Las Leonas entrena a la Novena División y acompaña a puro sentimiento a la Primera de hockey belgranense con toda su experiencia.
– ¿Extrañas pisar el césped de Pino y Pinazo con la chocolate y oro?
Siempre se extraña un poco jugar. Pero desde principios de 2020, cuando empecé la pretemporada en enero -para ver si quería jugar o no-, me di cuenta que desde 2019 no era lo mismo. Extraño las canchas porque fueron muchos años ahí, desde adentro, pero no desde el punto de vista de decir “extraño y no puedo jugar por otra cuestión que me lo impide”. Tomé una decisión totalmente pensada.
Estoy muy contenta hoy, dando una mano desde afuera al plantel superior y entrenando a la Novena. Incluso, en la división donde haga falta alguien, ahí estaré. Pero no extraño jugar porque hoy en día sigo, de una u otra manera, pegada al hockey, dando una mano.
– En tu Instagram hay una foto que usas con frecuencia en la que vos y tu mamá se funden en un abrazo que parece eterno. Contanos sobre tus inicios en Belgrano y el rol que tuvieron tus padres en eso.
Mis papás me llevaron a los 7 años a mi y a mi hermano a Belgrano, a él a rugby y a mi a hockey, para ver si nos enganchamos con el deporte. Desde el primer día me enganché. Cuando llegué a Pino, me senté en el banquito que está después de cruzar el pasillo, antes de pegar la vuelta para la terraza, esperando a mi entrenadora. Lo recuerdo como si fuera hoy. Convengamos que el club mantiene la misma esencia de siempre.
– A los 14 años debutaste en Primera con Belgrano, a los 16 te pusiste por primera vez la camiseta de la Selección Argentina mayor y de ahí en adelante comenzó una seguidilla de hazañas en tu carrera deportiva. Te convertiste en una referente histórica del hockey nacional. ¿Qué rol ocupó Belgrano durante esos años en tu vida?
El club es mi segunda casa, el lugar que me abrió las puertas para la Selección. Si no tenés club, no tenes Selección. Son dos sentimientos divinos, pero distintos.
En tu club, vos podés decidir hasta cuándo querés jugar; el día que no querés hacerlo en la Primera, quizás podés hacerlo en otra división. La camiseta de Belgrano te la podés poner siempre, de acuerdo a tus prioridades, necesidades, y según lo que puedas brindarle al club -y las necesidades que este tenga-. En el caso de la camiseta de Argentina, se trata de un período que hay que saber aprovechar. Es un tren que pasa una sola vez, y al que tenés que subir.
Pero, repito, sin club no hay Selección. Incluso cuando volvés de la Selección, está tu club. Es ese lugar que nunca te va a dejar en banda. El club es el paso previo para ponerte la camiseta argentina, y por eso es tan importante valorarlo.
– Teniendo en cuenta que pasaste (y pasás) gran parte de tu vida en Belgrano, ¿qué valores / enseñanzas te quedaron?
Los valores y las enseñanzas que me dio Belgrano son los que me fueron formando como jugadora y deportista. Mis primeros entrenadores, como Pablo Casaurang y “Bici” Querejeta, fueron los encargados de hacerme valorar al Club y de entender que, gracias a este, vos podés llegar a la Selección. Si vos sos un jugador destacado, tus entrenadores no te van a exigir de más, sino te van a pedir lo máximo que vos puedas dar porque, justamente, por ese algo vos llegaste a la Selección. No hay que olvidarse de nuestras raíces.
Agradezco también a Alejandro Labonia, que era el preparador físico de aquel entonces, que siempre me preparó de la mejor manera para estar en óptimas condiciones. Así puedo nombrar a muchos entrenadores, pero los menciono a ellos porque son los que me agarraron de chica y me hicieron debutar en Primera.
Con “Bici”, vos tenías que ir a entrenar y si llegabas dos minutos tarde no entrabas. Esto me enseñó la importancia de valores como el respeto, la unión, la humildad, no creerte más porque estás en una selección… Todos los valores que aplico en mi vida los aprendí, primero en mi casa, y después en el Club y la Selección.
– ¿Cómo fue la despedida de las canchas en 2019?
Fue un momento difícil para nosotras (el plantel de la Primera de Belgrano de hockey) porque jugábamos un último partido que definía si teníamos que ir a repechaje y jugar un play-out. Fue, en general, un año difícil, donde no nos salían las cosas.
Igualmente, la peleamos hasta el final. No se nos daban los resultados, pero en los últimos partidos ganamos 5 de 6 encuentros y, por eso, pudimos zafar del repechaje.
No fue por este motivo que terminé mi carrera como jugadora de Belgrano, sino porque, simplemente, jugué 33 años en la Primera del club. Pero llegó un momento en el que dije: “Yo le di todo al hockey y el hockey me dio todo”. Me exprimí totalmente. No lo tomé -ni lo tomo- como un último partido porque sé que si en algún momento me pinta ir a jugar a alguna división, por ahí tengo la chance de hacerlo.
Hoy tengo mi cabeza en colaborar desde afuera, como entrenadora, o incluso dando una mano al Plantel Superior. No pienso a largo plazo, sino más bien en las ganas del momento. Hoy le estoy dedicando mucho tiempo a mi trabajo, donde estoy creciendo. Muchas veces el hockey te frena un montón de cosas porque está la responsabilidad de asistir a los entrenamientos, y de estar siempre. Creo que hay un tiempo para todo.
El que terminó siendo mi último partido, aquel contra Banco Provincia a fines de 2019, lo encaré en mi cabeza desde el lado de no ir a un repechaje, no como “mi último partido”. Después de eso, lo pensé meses más adelante.
Por fuera de la acción en las canchas como jugadora, también tenés tu etapa como entrenadora de hockey en Belgrano. Contanos sobre esa experiencia…
Yo soy entrenadora desde hace ya mucho tiempo. Incluso entrené a muchas de las jugadoras que hoy representan a Belgrano en Primera. Entrené a la Décima, la Novena, la Octava, la Séptima, la Sexta y la Quinta División. Hoy en día sigo con la Novena. Para mi ser entrenadora es colaborar con mi club.
– ¿Te gustaría en algún momento entrenar a la Primera de Hockey de Belgrano?
Si, me encantaría, obvio. ¿A quién no? Pero hoy en día no lo veo como algo a corto plazo; sé que lleva mucho tiempo. Ahora tengo mi trabajo, y soy consciente de que no podría ejercer el rol de entrenadora como a mi me gustaría hacerlo, ni como corresponde hacerlo.
Llegado el caso, no lo tomaría como un trabajo, sino más bien como un hobbie, algo que disfruto. El análisis del juego me encanta. De hecho, hoy trabajo con el fútbol: lo comento y lo analizo porque es algo que disfruto.
Pero volviendo a la pregunta: si, me gustaría. No sé cuándo, pero ojalá en algún momento, si me lo propongo, lo pueda hacer. Pero uno tiene que ”tener el momento”, y hoy no lo veo como algo tan cercano.
– En tu Instagram, a fines del año pasado, te referiste al hockey de Belgrano y escribiste: “Hay futuro, y del bueno”. ¿Podrías contarnos un poco más sobre esta afirmación? ¿Cómo ves el hockey de BAC hoy?
¡Claro que hay futuro y del bueno! Me ha tocado entrenar distintas divisiones y es muy especial porque hay chicas que no solamente juegan bien, sino que también viven el club como mis amigas y yo lo vivíamos de chicas. Disfrutan, son fanáticas de quedarse en el club, de estar en pinazo, se vuelven locas por la remerita, la pollera de Belgrano. Disfruto mucho verme reflejada en ese espíritu.
Hay nenas con muchas pasta para hockey. Me encanta que les guste competir porque, de hecho, lo que buscamos es ser un club de competición, no solo un club social. Si a una persona le gusta competir, no quiere decir que pierda sus valores. De hecho, yo me considero una persona con valores, pero fuí competitiva desde que nací.
Si se les enseña a las chiquitas la importancia de una competencia sana, donde cada una va a una categoría, sin importar si es la “A”, la “B” o la “C”, en la que todas se sienten importantes; todas van a dar lo mejor de sí mismas. Buscamos inculcar el espíritu de una competencia con valores, sintiendo los colores de Belgrano, para que nuestro club esté lo más alto posible, siempre.
– ¿Qué le dirías a una chiquita que recién está empezando a jugar en Belgrano?
Le diría que disfrute jugar, que se divierta, que la pase bien. Y que intente aprender, porque cuanto más se aprende, más se disfruta. Esto no pasa por jugar bien o mal, sino por aprender hasta lo que vos puedas, sin ponerte un techo.
Hago mucho hincapié en que ponerse los colores de Belgrano, el marrón y amarillo, no se negocia. Vos podés jugar bien o mal, pero cuando te pones la camiseta de Belgrano tenés que dejar la vida.
– El último 17 de agosto Belgrano cumplió 125 años de vida. Te invitamos a compartir un mensaje para todo el club.
Tenemos que estar agradecidos de pertenecer a esta gran familia. Belgrano es eso, mi familia, mi segunda casa, mis amigas, mi hija juega en Belgrano. Por su parte, mi marido y mi hijo son de Hindú, incluso vivo a 100 metros de su cancha de hockey, pero mi hija juega en Belgrano porque con el sentimiento de un club no se negocia ni la distancia ni la comodidad.
Tenemos el orgullo de tener los colores más lindos del mundo, disfrutemoslos y sigamos formando parte de esta gran familia.