Más que una “Historia Marrón”, una “Leyenda Chocolate y Oro”
Jugadora, goleadora, campeona, dirigente, docente… Son muchas las palabras que pueden definir la trayectoria deportiva de Verónica Alfonso; pero todas ellas tienen un denominador común: Belgrano Athletic Club.
A sus 69 años, Vero sigue tan presente como siempre en su “segunda casa”: forma parte de la Subcomisión de Hockey y acompaña a las chicas en sus entrenamientos diarios.
Entrevista exclusiva con una de las protagonistas de la historia grande del hockey argentino.
– ¿Cómo surge tu relación con Belgrano?
– Es una relación de toda la vida. Cuando yo era muy chiquita, mi mamá era capitana de la Primera de Hockey del Club y con mis hermanas siempre íbamos a verla jugar. Al poco tiempo empezamos a ir a la escuelita de hockey de Belgrano, ¡que también dirigía mi mamá! (risas). Ella siempre fue muy amorosa, tenía una relación muy cercana con todas las niñas que iban a la escuelita; incluso las acompañaba a sus casas después de entrenar.
– ¿Desde aquellos tiempos tenías incorporado el olfato de goleadora?
– ¡Si, siempre tuve ese instinto! Entraba a la cancha y parecía que mi única visión era el arco de enfrente (risas). Incluso, de pequeña, llegué a hacer 54 goles en una misma temporada. En aquel entonces, no había divisiones infantiles o juveniles: las chicas de 8 años se juntaban a jugar con las de 14. Esto me sirvió de experiencia para cuando, a mis 15 años, pasé a jugar directamente a Primera División, codo a codo con las más grandes.
– Contanos más sobre esa experiencia…
– Siempre me apasionó el simple hecho de jugar. No me importaba dónde ni con quién; ni siquiera pensaba en la diferencia de edad. Entré a Primera con mucho respeto. Por más de que era la más chica, nunca fui creida; respeté el equipo y me fui haciendo un lugar poco a poco. Tal fue así, que en 1971 me convocaron por primera vez a la Selección Argentina de Hockey.
– ¡Todo un logro!
– ¡Si! No solo me llamaron a mi, sino también a mi hermana, Adriana, con quien nos apoyamos mucho mutuamente. En aquel entonces, los campeonatos locales no se suspendían si jugaba la Selección. Esto era algo muy lindo y positivo, de cierta forma, porque yo me iba con mi hermana a jugar con Argentina y, cuando volvíamos, notábamos que el equipo de Belgrano crecía; había mejoras que, cuando estábamos en el día a día, quizás no percibíamos.
– ¿Cuáles fueron tus siguientes pasos con la Selección?
– En el 72’ jugamos una copa internacional, que oficialmente no fue declarada un mundial pero la vivimos como tal, en la que Argentina dio un batacazo. La generación nacional anterior de hockey solía perder por goleada, pero en aquella competencia nosotras sorprendimos y llegamos a la final. Incluso, le ganamos a una potencia como Alemania en semifinales. El último partido lo perdimos contra Holanda, a pesar de que empezamos ganando por 1-0. Fue algo completamente impensado en la previa, nadie esperaba ese nivel de Argentina.
Luego, en los mundiales de 1974 y 1976, confirmamos que lo que habíamos logrado no fue un golpe de suerte: llegamos nuevamente a la final, ¡en ambas competiciones! Además, en Francia 74’ terminé como goleadora. Estábamos en una racha fantástica.
– ¿Es verdad que vos y las jugadoras de Argentina tuvieron que vender diarios para recaudar fondos y así viajar a los mundiales?
– Para el mundial del 76’ no había presupuesto a nivel nacional, no éramos una prioridad y no querían que viajemos. Pero para nosotras no había chances de no viajar, más aún siendo las últimas subcampeonas. Por eso, para recaudar plata, nos pusimos a vender diarios y organizar festivales, ¡recuerdo un “café concert” en el salón de eventos del St. Catherine! De esta forma recaudamos fondos, pero definitivamente logramos viajar gracias al “Gordo” Muñoz, que nos consiguió a la marca “Alpargatas” como sponsor de la Selección de Hockey.
– ¿Volviendo al 74’, año sobre el que dijiste haber tenido “una racha fantástica”, también fue por Belgrano?
– ¡Claro que sí! Además del subcampeonato mundial con Argentina, fue un gran año porque con Belgrano ganamos el Torneo de Primera División. Teníamos un gran equipo y un gran entrenador, “Chiche” Mendoza. Fue muy especial porque desde el 49’, cuando jugaba mi mamá, que BAC no salía campeón. En ese momento sentí que le había logrado devolver al club, un poco de lo que me había aportado él a mi. Incluso, para reforzar el tema de la buena racha, ese mismo año ganamos… ¡un torneo de hockey sobre pista!, el 7a side.
– ¿Qué valores aprendiste en Belgrano?
– Me dio, prácticamente, todos los valores que tengo hoy en día. El respeto, no sentirme nunca superior al otro, la competencia leal, la superación constante, el valor del trabajo en equipo, el valor de la amistad, la convivencia, la solidaridad, y por sobre todas las cosas, la pertenencia. Lo más lindo que me dio, y me sigue dando, el club es saber que uno es parte de él. Es algo muy profundo lo que siento cuando me refiero al club como mi segunda casa, porque realmente es así, y siento que todos en Belgrano decimos eso porque existe un lazo muy fuerte. De hecho, hace varios años sigo en Belgrano, en la Subcomisión de Hockey, para continuar transmitiendo ese sentido de pertenencia; para que no se pierda.
– Tuviste una etapa de enseñanza y formación en Belgrano. ¿Cómo fue esa experiencia?
– En la época que “Piti” Rossati era presidente del club, abrí una escuelita de goleadoras porque notaba que faltaba fortalecer ese aspecto. Invitaba a las chicas de todas las categorías que, yo creía, tenían potencial de goleadoras. Una de ellas fue Coni Cerundolo. Fue gracioso porque ella era muy chiquita, tenía 9 años y yo le dije con tono alegre “¿no te gustaría venir a mi escuela de goleadoras?” y ella me respondió “¿y vos quién sos?” (risas). De ahí pegamos buena onda y vino a mi escuelita. Salió una linda relación. Es un orgullo para mi saber que tuve buen ojo. Antes de este hecho, incluso estuve entrenando en escuelita y la novena de BAC… ¡por 8 años!
– ¿Cómo es tu actualidad en el club?
– Acompaño día a día a las chicas de hockey para tratar de que siempre tengan la mejor experiencia posible, incluso mejor que la mía; que sean siempre felices en su segunda casa. Trato de ayudar haciendo foco en las jugadoras. Hay muchos entrenadores de otros clubes que suelen usar a cada jugador/a como si fuese un objeto, que solo le sirve para ganar partidos. Belgrano es un club distinto en ese aspecto. Por más competitivos que somos, tratamos de cuidar a nuestras socias. Antes que jugadoras, son personas que vienen a pasar un buen momento, y que luego el día de mañana van a traer al club a sus hijos. Esta es una pasión que se transmite de generación en generación. Esto para mi es lo más importante.
– Un mensaje para las chicas de hockey del club…
– Sean felices con lo que hacen. Disfruten la satisfacción que da el deporte. Los sinsabores hacen que uno pueda seguir creciendo y evolucionando como persona. Somos un club de tradición, por lo que debemos hacer perdurar esos valores aprendidos y transmitirlos de generación en generación. Belgrano forma más que buenas jugadoras, sino también buenas personas.